Relevancia: Regional
Clasificación: Inmueble
Según documentos históricos, los piratas turcos y sarracenos llegaron por sorpresa a la estación marítima de la villa pontevedresa de Cangas do Morrazo un día de 1617; minutos antes de las ocho de la tarde. Con escasos efectivos y pobremente armados, con rudimentarias barricadas y aperos de labranza, la resistencia fue inútil y las primeras bajas no tardaron en sembrar las calles al ritmo al que avanzaba el invasor. Una multitud difícil de cuantificar y que los promotores cifran en "varios miles de personas" se convirtió en testigo de las dramáticas consecuencias. En el Eirado do Costal se visualizaron los rescoldos del desastre, con el pueblo buscando entre los escombros a sus allegados. Entre ellos Pedro Barba, marido de María Soliño, que fue abatido en la contienda dejando viuda y un drama como herencia de sus bienes. Las jerarquías contemplaban la tragedia desde un lustroso balcón de la calle Cervantes, mientras el pueblo llano buscaba hueco en las primeras filas o entre las cabezas de sus vecinos para ser testigos. "Creo que están buscando a los muertos, pero no hay manera...", consolaba una madre a su hija que se estaba perdiendo la escena entre la multitud.
Tras el bárbaro ataque, sin viviendas y, con sus utensilios de pesca y barcos destrozados, queda un pueblo absolutamente desolado. Cangas se sume en una más que notable crisis económica que impide incluso que los vasallos paguen las rentas que los nobles exigen por el uso de sus tierras. Así, los nobles de la época que no estaban dispuestos a perder el poderío económico que ostentaban desde hacía décadas, inician una campaña con el apoyo de la Santa Inquisición –de la cual formaban parte muchos de ellos–, para denunciar por brujería a mujeres de la época que gozaban de una buena posición económica, mezclando entre ellas a otras mujeres declaradas “pobres de solemnidad”; buena parte de ellas viudas también, tras la invasión turca en Cangas, para evitar así que se pusieran de manifiesto sus verdaderos intereses. Fue el caso de Maria Soliño, quien al enviudar de Pedro Barba pasó a ser poseedora de todos sus bienes. La muerte de su marido y su hermano en la invasión turca la sumieron en una importante depresión –cada noche recorría la playa de Rodeira, escuchando las olas, recordando a sus familiares muertos–. Las reiteradas visitas a la playa de noche fueron causa suficiente para iniciar contra ella un proceso por diferentes acusaciones relacionadas con la brujería.
María Soliño fue llevada a las cárceles secretas del Santo Oficio en el año 1621.
Acusada de entregar su alma al diablo y de poseer poderes demoníacos capaces de causar los más terribles males, fue sometida a tortura física y psicológica hasta que confesó ser bruja desde hacía más de dos décadas, afirmando además en su desesperación que había llegado a mantener tratos carnales con el demonio. Aunque está constatado que Maria Soliño nació en el año 1551 en la propia villa de Cangas, nada se sabe cierto sobre la fecha de su muerte. No hay partida de defunción, ni se conoce el lugar donde pudo ser enterrada, lo que ha contribuido sin duda a alimentar el mito del personaje nunca muerto: María Soliño.
Cuenta la leyenda una de las más bellas historias que guarda en su memoria popular, Cangas de Morrazo y, rememora 400 años después en vivaces representaciones durante las noches de luna llena, en sus fiestas populares. Es la historia de Maria Soliño, quien fue condenada allá por el siglo XVII por la Santa Inquisición, acusada de brujería. En realidad, esta pobre mujer pudo ser, sin más, una víctima de un maquiavélico plan orquestado por el Santo Oficio y los nobles de la época, quienes no pretendían otra cosa que despojarla de todos sus bienes. Cangas era por aquel entonces, un pueblo de pescadores en pleno auge económico. Una buena parte de la población vivía de las no pequeñas ganancias económicas que generaban la pesca y la salazón de pescado.
Corría el año 1617 cuando piratas turcos- berberiscos asolaron la Ría de Vigo. Tras intentar desembarcar en Vigo donde se encontraron con una fuerte oposición de los vecinos, se dirigieron a Domaio expoliando cuanto encontraron a su paso; dejando unos cuantos muertos tirados en la playa, entre ellos Antonio Soliño y Pedro Barba, hermano y marido de María Soliño. A continuación, arrasaron el pueblo de Cangas dejándolo sumido en la más absoluta pobreza. Sin embargo María Soliño, al enviudar de Pedro Barba pasó a ser poseedora de todos sus bienes: una casa de dos plantas en piedra, varias fincas, una dorna, y lo más importante: derechos de presentación en varias capillas y freguesías de la zona, entre ellas la Iglesia de San Martiño en Moaña, la Colexiata de Cangas y la Iglesia de San Cibrán en Aldán.
Los derechos de presentación eran unos poderes según los cuales el poseedor de los mismos, –habitualmente los sucesores del fundador de una iglesia–, podían elegir a su titular cuando quedara vacante teniendo además un porcentaje de las ganancias que la parroquia generase.
Sumida en una importante depresión por la pérdida de sus allegados, cada noche recorría la playa de Rodeira, escuchando las olas y recordando a sus familiares muertos. Las reiteradas visitas a la playa de noche, fueron causa suficiente para iniciar contra ella un proceso por diferentes acusaciones relacionadas con la brujería. María Soliño fue llevada a las cárceles secretas del Santo Oficio en el año 1621, acusada de entregar su alma al diablo y de poseer poderes demoníacos capaces de causar los más terribles males. Sometida a tortura física y psicológica, confesó ser bruja desde hacía más de dos décadas, afirmando además en su desesperación que había llegado a mantener tratos carnales con el demonio. Fue despojada de cuantos bienes poseía y condenada a llevar el hábito de penitente durante seis meses. Aunque está constatado que Maria Soliño nació en el año 1551 en la propia villa de Cangas, nada se sabe cierto sobre la fecha de su muerte. No hay partida de defunción, ni se conoce el lugar donde pudo ser enterrada, lo que ha contribuido sin duda a alimentar el mito del personaje nunca muerto: María Soliño.
No fue Maria Soliño la única “ bruja” juzgada en aquellos tiempos. Muchas fueron las mujeres que sufrieron injustamente en sus carnes estas falsas acusaciones fruto de la avaricia de quienes ostentaban el poder. Cuentan las leyendas y también los viejos documentos procesales, que en estos arenales de Rodeira, también llamada Praia de Áreas Gordas, se reunían mujeres para realizar ritos demoníacos y brujeriles. Contaban que en las noches podía verse como las brujas tenían relaciones carnales con el demonio. Hoy, más allá de ritos y leyendas, la playa es un lugar de encuentro y gozo para millares de personas que toman el sol en la arena, se dan baños; o practican deportes náuticos aprovechando las buenas condiciones y la seguridad que ofrece el abrigo de la ría. La playa de Rodeira, constituye un pequeño lujo: se trata de una playa ubicada, en pleno núcleo urbano –aunque geográficamente pertenece a la parroquia de Coiro–, es algo de lo que Cangas puede presumir. El arenal fue perdiendo extensión, primero con la construcción de muelles para las industrias conserveras, y poco después por el Paseo Marítimo que la acortó un poco más.
El municipio pontevedrés de Cangas siempre ha contado con muchas leyendas y multitud de historias para contar. Una de ellas es conocida como la Leyenda María Soliño, una mujer nacida en Cangas de Morrazo a finales del siglo XVI que fue condenada por la Santa Inquisición acusada brujería.
Durante el año 1617, los piratas turcos-berberiscos intentaron desembarcar en Vigo, pero sus vecinos y vecinas hicieron todo lo posible para que no fuera así. Tras el intento, los piratas se dirigieron a Domaio (Moaña, Pontevedra), mataron a varias personas; entre ellas, al hermano y al marido de María Soliño y arrasaron Cangas. Los nobles apoyaron la campaña de la Santa Inquisición, que buscaba denunciar a mujeres con buena posición económica para quedarse con sus bienes acusándolas de brujería. Esto es lo que sucedió con María Soliño, pues ella, al ser viuda, había heredado diferentes propiedades.
Este municipio marinero siempre ha destacado por sus playas y por su pesca. La playa de Rodeira, de unos 100 metros de longitud y con bandera azul, se sitúa en el mismo núcleo urbano de Cangas y cuenta con un paseo de madera y carril bici para facilitar a todas las personas su acceso.
ES_ GALICIA_Ría de Vigo
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Cangas
(Pontevedra)
España
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